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martes, 23 de febrero de 2010

San Ibrahimovic


Pasó en Lyon hace un año. Y la historia se repitió este martes. El Barça 'arañó' un empate a uno en la ida de octavos de final de la Champions en uno de los peores partidos de la 'era Guardiola'. Esta vez, el salvador no fue Thierry Henry, sino zlatan Ibrahimovic...


"La fama cuesta, y aquí es donde hay que aprender a ganársela... con sudor". La frase de la mítica serie televisiva de los 80 'Fama' bien podría aplicarse al regreso del Barça a la Liga de Campeones. Nadie regala nada en esta vida, y ni siquiera los más grandes pueden librarse de los malos tragos ni los momentos de debilidad. Nunca, desde que Pep Guardiola se hizo cargo del banquillo, lo había pasado tan mal el Barça, ni se le había visto tan contra las cuerdas. ¡Qué sufrimiento!. El equipo azulgrana flirteó con el desastre durante casi una hora, hasta que un espigado sueco, un gigantón de 1'90 metros, le sacó del pozo cuando peor lo estaba pasando. En su única acción de peligro, Zlatan Ibrahimovic marcó un gol providencial que puede acabar valiendo su peso en oro en la eliminatoria. Si algo quedó claro en Stuttgart es que el camino hacia la gran final del 22 de mayo en el Santiago Bernabéu estará repleto de trampas, escollos y espinas. ¿Quién hubiera imaginado, cuando el sorteo emparejó a ambos clubs en octavos, que el Barça lo iba a pasar tan mal en Alemania?. Pues lo pasó mal, y mucho. Los malos presagios tras los dos últimos encuentros -derrota ante el Atlético (2-1) y goleada engañosa al Racing- se corroboraron en el Mercedes Benz Arena. El Barça no está fino y mucho deberá mejorar si desea revalidar su corona de Rey de Europa. El campeón de todos los grandes títulos en el 2009 mostró una imagen irreconocible. Lento, apático, sin ideas, ni chispa, fundido físicamente, y a merced de un rival que parecía jugar con dos o tres velocidades más. El Stuttgart evidenció que su resurrección en la Bundesliga no es casualidad. Habrá que tenerlo muy en cuenta para el duelo de vuelta en el Camp Nou, dentro de dos semanas. Porque la historia no puede repetirse. La primera parte fue un sinvivir. El Barça salió sin tensión, e hizo justo lo contrario de lo que Pep Guardiola le había pedido a sus discípulos en la víspera: mover con rapidez el balón, no perderlo, conservarlo como un tesoro, y evitar los contragolpes alemanes a toda costa. Pues bien, todo salió al revés. Y eso que en el campo estaban Márquez y el reaparecido Xavi, dos futbolistas idóneos para jugarlo con criterio. Pero ninguno de los dos tuvo precisamente su noche. El equipo demostró estar lejos de su mejor forma, y cedió a la presión de los locales. Tanto, que a los 25 minutos ya perdía por 1-0. Y podían haber sido más, porque la defensa hizo aguas en demasiados momentos. Gebhart sirvió un centro desde la banda y Cacau, entrando en el área como una exhalación, cabeceó sin oposición a la red. El panorama pintaba francamente mal para los azulgranas. Poco después, los locales reclamaron penalty por unas manos involuntarias de Piqué en el área (28'). Nada comparado, todo sea dicho, con otras de Molinaro, que se 'disfrazó' de portero para desviar bajo los palos con el brazo un trallazo de Ibrahimovic en el 68'. Valdés, providencial, tuvo que emplearse a fondo para evitar el segundo en remates de Khedira (30'), el rapidísimo Cacau (32') y Pogrebnyak (41'). Y la primera ocasión del Barça tardó 41 minutos en llegar. Fue con un disparo desde la frontal de Messi que, tras ser desviado por Lehman, se estrelló en el poste. Por fortuna, Ibrahimovic apareció para salvar los platos rotos. No hizo mucho más, cierto. Pero puede ser valiosísimo. En el 52', un balonazo colgado al área por Busquets lo cabeceó Piqué, y el sueco, solo en el punto de penalty, lo acabó introduciendo a la red con un doble remate. El primero lo rechazó Lehman. Y, a la segunda, no perdonó (1-1). A partir del empate, la balanza se equilibró. El Barça capeó el temporal como pudo y salió airoso. Que no es poco, visto como fue todo. Dentro de quince días, tocará ganar para pasar a cuartos. Y, sobre todo, mejorar mucho. En la Champions, no hay margen para el error... y el Bernabéu espera.

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